viernes, 20 de abril de 2012

Evan Roberts, el carbonero de Dios



En muy raras ocasiones se encuentra piedras preciosas en las minas de carbón, Evan Roberts fue una de ellas, pero el tiempo y las circunstancias terminaron por convertirle en un carbón más entre la multitud que le rodeaba.
Roberts nació en una familia de práctica metodista el 8 de junio de 1878. Su padre, un rudo y religioso minero, sufrió un accidente siendo Robert muy joven y este tuvo que dejar sus estudios y dedicarse al duro oficio de minero. El joven minero era un habido lector la Biblia y tras el trabajo recorría el kilómetro y medio que le separaba de la capilla de su localidad.

En 1898, Evan tuvo que emigrar a Mountain Ash, una ciudad próxima a la suya, para buscar trabajo. Al poco tiempo, el pastor de su iglesia le pidió que le ayudara en la iglesia y no tardó mucho en ser recomendado para dedicarse a pleno tiempo en el ministerio.

Roberts no se sentía satisfecho con su relación con Dios. Algo desanimado acudió a escuchar a un evangelista itinerante llamado Seth Joshua. El reverendo Joshua llevaba varios años orando para que Dios levantara a un nuevo Eliseo, un hombre sencillo que trajera el avivamiento a la región. Tras asistir a varias reuniones experimentó un encuentro con Dios y su vida cambió por completo.

En 1904 tuvo su primera visión sobre el avivamiento en Gales. Vio un brazo que se extendía desde la luna hasta Gales. Él creyó ver la mano de Dios en esta visión y comenzó a organizar reuniones en su iglesia. En pocos meses su fama se extendió por todos Gales y centenares de personas acudían a sus reuniones.

La prensa se enteró del fenómeno y envió a corresponsales para que contaran lo que pasaba en la pequeña iglesia galesa. Muchos mineros dejaron su ruda vida y comenzaron a asistir a los cultos. Las mujeres de los mineros también asistieron masivamente y, a diferencia de otras congregaciones, se permitió que participaran activamente en los cultos. El nivel de vida de los mineros cambió radicalmente. Muchos dejaron el alcohol y comenzaron a tratar mejor a sus hijos y mujeres.

El 29 de enero de 1951 moría a la edad de sesenta y dos años. Su liderazgo había sido efímero pero durante décadas Gales experimentó un gran avivamiento que conmovió a toda la nación.

Dios quiere darle vida a Su Pueblo


Por Rev. Gustavo Martínez
“Restáuranos, oh Dios de nuestra salvación, y haz cesar tu ira sobre nosotros ¿Estarás enojado contra nosotros para siempre? ¿Extenderás tu ira de generación en generación? ¿No volverás a darnos vida, para que tu pueblo se regocije en ti?” Salmo 85:4-6.
Generalmente los hombres impíos aman más las tinieblas que la luz y no vienen a la luz para que sus obras no sean reprendidas; muchos prefieren creer a la mentira más que a la verdad (Juan 3:19-21). Lamentablemente esa misma situación estaba imperando en el pueblo de Israel.

El profeta Jeremías y otros profetas hablaron verdad al pueblo, pero ellos no quisieron creer. Hasta el profeta llegó a pensar que le era una afrenta hablar de parte de Dios. Sin embargo, los falsos profetas le hacían ofrecimiento, al pueblo, y les resultaba más fácil creer que las naciones vecinas estaban para ayudarlos y ampararlos. Le era más fácil creer tal cosa que la Palabra de Dios. El profeta Jeremías, les amonestaba que si no se apartaban de su mal camino vendría el juicio y precisamente de parte de las naciones vecinas.

Ese juicio llegó, vino el cautiverio, Nabucodonosor sitió la ciudad y el templo. La mayoría de ellos fueron cautivos, otros murieron y quedó un remanente muy pequeño. Después de un juicio tan desbastador como el que les sobrevino y el tiempo que llevaban cautivos era de esperarse que sus esperanzas humanas fallecieran, no había manera de salir de Babilonia y regresar de nuevo a su tierra.

Cuántas veces quizás oraron a Dios y pidieron su ayuda para salir de aquel cautiverio, pero era como si Dios no les escuchara porque no había respuesta alguna. Lo que había en sus mentes y corazones era que seguirían cautivos y que nunca más volverían a disfrutar de la libertad que un día tuvieron.

Recuerde que Jerusalén fue llamada “la señora de provincias”, “la grande entre las naciones”, era una ciudad de gloria, pero se descuidaron y ahora vinieron a ser siervos, esclavos, de manera que fueron tratados de una forma severa, terrible e inhumana (Lamentaciones 1:1). Por ello sus esperanzas habían muerto. En el Salmo 85 el pueblo oraba: “Restáuranos, oh Dios de nuestra salvación, y haz cesar tu ira sobre nosotros” (v.4). Realmente se sentían muertos, destruidos, arruinados y sin esperanzas. Y en su oración ellos se preguntaban: “¿Estarás enojado contra nosotros para siempre? ¿Extenderás tu ira de generación en generación? ¿No volverás a darnos vida, para que tu pueblo se regocije en ti?” (vv.5, 6).

El pueblo reconoce que la única manera que el hombre puede estar gozoso es a través de la experiencia, del encuentro, del toque de parte de Dios. Cuando Dios toca a una persona, no importa en las condiciones que se encuentre, Dios lo cambia. La Sagradas Escrituras nos hablan de aquella mujer que vivía en Naín, ella venía llorando, con dolor en su corazón, porque llevaba a enterrar a su hijo; pero Cristo acercándose, tocó el féretro y, le ordenó al muchacho que se levantara y entonces el joven se incorporó, pasó de la muerte a la vida (Lucas 7:11-17). Cuando Cristo toca imparte vida porque Él es el único que puede sacarnos de la muerte a la vida.

Y aquellos Israelitas decían: “¿No volverás a darnos vida, para que tu pueblo se regocije en ti?” (Salmo 85:6). La única manera de tener gozo es con la presencia de Dios, con su comunión. Cuando el hombre pierde la comunión con Dios pierde la paz, entonces entra en una depresión. Cuando trata de salir y solucionar los problemas de su espíritu y su alma con sus propias fuerzas, a través del licor, la droga y otros vicios, se destruye. Pero cuando el Señor toca, las cosas cambian, no importe que esté muerto Dios le da la vida, porque Él es la vida. Con un toque del Señor se rompen las cadenas, la muerte, el vicio, el pecado y todo aquello que el mundo ofrece quedan deshechos por Su mano poderosa; con el toque del Señor los corazones quedan libres.

“La mano de Jehová vino sobre mí, y me llevó en el Espíritu de Jehová, y me puso en medio de un valle que estaba lleno de huesos… y por cierto secos en gran manera. Y me dijo: Hijo de hombre, ¿vivirán estos huesos? Y dije: Señor Jehová, tú lo sabes. Me dijo entonces: Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos, oíd palabra de Jehová. Así ha dicho Jehová el Señor a estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis. Y pondré tendones sobre vosotros, y haré subir sobre vosotros carne, y os cubriré de piel, y pondré en vosotros espíritu, y viviréis; y sabréis que yo soy Jehová. Profeticé, pues… y he aquí tendones sobre ellos, y la carne subió, y la piel cubrió por encima de ellos; pero no había en ellos espíritu.

Y me dijo: Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al espíritu: Así ha dicho Jehová el Señor: Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán. Y profeticé como me había mandado, y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies; un ejército grande en extremo. Me dijo luego: Hijo de hombre, todos estos huesos son la casa de Israel. He aquí, ellos dicen: Nuestros huesos se secaron, y pereció nuestra esperanza, y somos del todo destruidos. Por tanto, profetiza, y diles: Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo abro vuestros sepulcros, pueblo mío, y os haré subir de vuestras sepulturas, y os traeré a la tierra de Israel...” Ezequiel 37:1-14

El capítulo 37 de Ezequiel se refiere al restablecimiento físico y espiritualidad de Judá. Nos proporciona una buena ilustración de lo que será el avivamiento que tendrá lugar en la Iglesia del Señor. ¿No se ha preguntado usted por qué Dios no llevó al profeta a un templo, o a un jardín, o a otro lugar diferente? Se lo llevó a un cementerio para darle un mensaje, a un lugar solitario, desierto, donde solo yacían huesos humanos esparcidos por todo el valle. El profeta cuando vio aquel panorama quizás deseó regresar inmediatamente, pero estaba de la mano del Señor porque el Espíritu de Dios lo había llevado para darle un mensaje, para que entendiera plenamente la condición del pueblo. Tal vez veía al pueblo en cautiverio, pero lo veía con vida. Jamás se pudo imaginar hasta dónde ese pueblo había descendido, espiritualmente, estaba muerto.

La Biblia dice que lo llevó a “un valle que estaba lleno de huesos secos… y por cierto secos en gran manera.” (vv.1, 2). Porque si lo lleva a un lugar donde hay cuerpos acabados de morir, relativamente frescos y que no han llegado al estado de descomposición se podía albergar un poco de esperanza en cuanto a vida se refiere.

Cuando Ezequiel es llevado al valle de huesos secos ya habían pasado tantos años que los esqueletos estaban apartados y todos los huesos regados. Y luego le pregunta Dios: “Hijo de hombre, ¿vivirán estos huesos?” (v.3a) El profeta no pudo decir otra cosa que: “Señor Jehová, tú lo sabes” (v.3b). En estas palabras se está exaltando la soberanía de Dios. El profeta reconoce que Dios lo sabe todo, y que en Él está la potestad, si desea dar vida. Entonces vino respuesta de parte de Dios: “Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos, oíd palabra de Jehová” (v.4).

Dios nos ha llevado a experiencias profundas y espirituales a través de la Palabra y nos deja ver el panorama de muerte por todas partes y le dice a la Iglesia: “¿Vivirán estos huesos?” Nosotros como pueblo de Dios que hemos creído en Su soberanía podemos decir: ¡Sí vivirán! Por lo tanto, nuestra responsabilidad es llevar el mensaje de vida, que cambia, transforma, liberta y rompe las cadenas a un mundo que se pierde.

Dios lleva al profeta a esta experiencia para que su mensaje sea más convincente. Cuando el comenzó a profetizar vio aquellos huesos unirse cada hueso con su hueso. Luego comenzaron a subir los tendones, la carne y piel los cubrió, ya no eran esqueletos sino cadáveres sobre la arena del desierto. Y luego profetizó al espíritu y entró espíritu de vida en ellos y se levantaron, se pusieron en orden como un ejército. Note que dice que profetizó como le fue ordenado y no como le parecía, o creía. El mensaje no es conforme a los que creemos, pensamos, no a la imaginación; sino que hay que profetizar conforme al mensaje auténtico, genuino, verdadero, bíblico, con celo, unción y revelación.

La verdadera Palabra es capaz de restaurar las vidas, rompe cadenas, produce cambios, es la Palabra la que hace que el pecador vuelva a la vida. Es el Espíritu de Dios el que entra a lo profundo de cada corazón y a la conciencia y lo levanta no importa hasta donde haya descendido y cual sea su condición.

Cuando el espíritu entró en esos huesos secos no se quedaron medios vivos, ni medios muertos. No, se levantaron vivos completamente, y estuvieron sobre sus pies como un ejército en marcha. Hay quienes siendo fornicarios, ladrones, adúlteros, mentirosos y pecadores se atreven a decir que el Espíritu Santo ha venido a sus vidas y les ha bautizado. Cabe aclarar que cuando el Espíritu Santo de Dios viene lo primero que hace es cambiar, transformar, saca la muerte, lo que queda es vida, por lo tanto usted tiene que ser diferente porque se cumple la Palabra del Señor que dice: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí son todas hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).

Por eso debemos preocuparnos por la vida, por la unción del Espíritu Santo porque allí está la diferencia. El cristiano lleno del Espíritu Santo es diferente, se consagra, adora, levanta sus manos, ríos de agua vivía corren por su interior.

El pueblo estaba en cautiverio y este mensaje del profeta era la esperanza, no todo está perdido en medio de la ira hay misericordia. Dios quería llevarles a su tierra, hacerlos una nación soberana. No permanecían cautivos en Babilonia porque allí las cadenas se iban a romper, y reedificarían las ruinas, la ciudad, el templo y la gloria de aquella casa sería mayor que la primera.

Algunos historiadores señalan que la vida de los judíos allí en Babilonia era un cuadro muy triste. Estaban junto a los ríos de Babilonia y allí lloraban, una de las cosas que más torturó sus mentes y sus corazones eran los recuerdos de la gloria de Dios en Jerusalén. Dios utilizó el recuerdo para que el pueblo volviera a desear aquellos días de gloria. Ellos lloraban y hasta colgaron sus instrumentos de música, estaban inactivos espiritualmente, pero había razones para sentirse tristes y sin gozo, no podían cantar, ni tocar los instrumentos; la razón principal era que estaban en tierra de extraños, era tierra de cautiverio. Faraón pretendía que el pueblo de Israel ofreciera sacrificios a Jehová en Egipto por eso cuando Moisés le pidió que dejara ir al pueblo al desierto, él contestó, ¿por qué ir tan lejos si aquí en Egipto se puede hacer los sacrificios?

A Satanás le incomoda que usted sea santo, que renuncie al pecado, que rompa con las amistades y con aquellas cosas que le roban la comunión con Dios. Lo que no quiere el diablo es que usted tenga vida. Desde luego que los que están muertos no son blancos de ataque de Satanás, esos no son de su interés. Lo que le choca a Satanás y le da dolor es la santidad; cuando encuentra hombres y mujeres santos que no se doblegan ante sus exigencias, que se mantienen fieles y firmes; que pueden decir “preferimos morir antes que ceder”.

Los babilonios decían: “Canten algunos cánticos de Sion”. El pueblo de Dios respondía: “no podemos cantar”. ¿Por qué no?  Si allí estaban las arpas y todo lo que necesitan. No podían porque faltaba lo principal, y esa era la libertad, y si no hay libertad no se puede cantar. Por eso usted en ocasiones viene al culto y aunque todo el pueblo se goza usted está como espectador, mirando de un lado a otro y hasta ha tratado de levantar las manos para adorar, pero no puede porque hay una cautividad en su corazón, no tiene la libertad para alabar a Dios. Pero la Palabra desea darle vida, levantarlo y romper sus cadenas. Dios quiere un pueblo libre, Él desea darle vida, y que experimente la gloria de su poder.

Se necesita la libertad para poder alabar, y glorificar el nombre de Dios. ¿Por qué muchos no se sienten libres? Porque fueron llevados cautivos por su pecado, por su orgullo, su vanidad, egoísmo, por un pecado inconfeso que anidó en su corazón, porque aborrece a alguien, porque se ha enojado con su hermano y no le habla, siente envidia de ver cómo Dios le ha levantado y le prospera. Hay cosas que pueden estar afectando la comunión, y la relación con Dios, que pueden encadenarnos, llevándonos a una prisión espiritual, y por eso no se puede alabar a Dios y darle la gloria debida a su nombre. Muchos vienen al templo y se quedan en el atrio y no pueden entrar al lugar santísimo porque para entrar hay que estar limpios de toda inmundicia, en comunión y armonía con las Sagradas Escrituras. Los que se quedan en el atrio hacen a Dios una oración de memoria, mecánica, por lo tanto no están adorando ni alabando a Dios.

Tenemos muchas razones para alabarle, Él nos ha salvado, nos ha sanado y bendecido; pero también tenemos que adorarle y amarle con profundo amor, de corazón, estar enamorados de Dios para poder desear estar en el lugar santísimo y levantar las manos y adorarle en espíritu y en verdad. No por lo que Él nos ha dado sino por lo que Él es. Él es Dios y nosotros sus criaturas por lo tanto le debemos adoración.

¿Qué le ha robado el fervor del comienzo de venir a darle gloria y alabanza a Dios? El libro de Isaías capítulo 52, verso 2, dice el Señor a Su pueblo, leemos: “Sacúdete del polvo; levántate y siéntate, Jerusalén, sueltas las ataduras de tu cuello, cautiva hija de Sion.” Note que Dios le dice al pueblo que se sacuda, que se levante, que se siente y suelte las ataduras. El Señor no dice le voy a soltar las ataduras, sino que da una orden “suelta las ataduras de tu cuello”, es usted que tiene que romper con esas ataduras, compromisos, y esas amistades que lo tienen atado, que no le dejan adorar a Dios. Es usted quien tiene que romper las ataduras.

Amado hermano, no se enamore haciendo yugo desigual no se deje llevar por emociones. Rompa con las cadenas para que quede libre y el espíritu sople de los cuatro vientos y le de nueva visión.

¿Quieres vida? Rompe las ataduras, rompe la máscara que te colocas para venir al culto. Basta ya con la hipocresía religiosa, tenemos que volvernos a Dios y romper  las cadenas para que fluya su gloria y nos santifique. Él quiere una renuncia total, separación total del mundo para que la gloria de Dios descienda sobre su vida. Dios le bendiga.

La iglesia primitiva


Los Padres de la Iglesia escribieron sobre aspectos relacionados a la vida de los primeros cristianos. En este artículo reproducimos los tratados sobre Los Espectáculos y La Vanidad que escriben Tertuliano de Cartago y Clemente de Alejandría.
Los espectáculos
Tertuliano (*) refiriéndose al anfiteatro, decía:
“Si son lícitos el salvajismo, la crueldad y la impiedad, podemos ir al anfiteatro. Hay quien ve con horror el cadáver de un hombre fallecido de muerte natural y, sin embargo, verá sin emocionarse siquiera los trozos ensangrentados de los cuerpos de los gladiadores, a quienes con látigos  y varas se ha obligado a cumplir su criminal tarea. Aun tratándose de los que justamente han sido condenados al anfiteatro, ¿no es monstruoso que, al recibir su castigo, se les obligue a convertirse en asesinos? Yo creería insultar al lector cristiano, al insistir sobre la aversión que deben provocar en él estos espectáculos. Tal vez pudiera yo, mejor que otros, a excepción de los que frecuentan tales espectáculos, entrar en detalles de lo que allí ocurre; pero prefiero ser incompleto, que hacer trabajar mi memoria, recordando aquellas escenas”.

Respecto a los espectáculos en general, escribía:
“Todo eso son verdades pompas del diablo, a las cuales debemos renunciar los cristianos. Para los paganos, el primer indicio de que uno ha aceptado la fe cristiana es que huye de tales espectáculos (…) ¿Cómo pudiera un cristiano recordar a su creador, frecuentado los sitios donde no se habla de Él? ¿Cómo podría tener la paz en su corazón, donde se arman disputas por un cochero? ¿Cómo aprendería a ser casto, presenciado las excitaciones del teatro? ¿Los gritos de los actores podrán recordarle las exhortaciones de los profetas? ¿Las canciones de un cantor afeminado podrán recordarle el canto de los salmos? ¿Se volverá misericordioso, presenciando las quijadas y las esponjas de los gladiadores? ¡Quisiera Dios preservar a su pueblo de todo apasionamiento por tan perniciosos placeres! ¿No sería monstruoso salir de la Iglesia de Dios, para ir a la del diablo? ¿Del cielo al cieno? ¿De levantar las manos a Dios, a ocuparlas después en aplaudir a un actor? ¿O en alabar a un gladiador con la misma boca que se dice amén en el santuario? ¿O en gritar que viva para siempre a cualquier otro que a Dios y a Cristo?”

Aquellos a quienes se dirigían tales acusaciones replicaban, excusándose:
“¿Para qué renunciar a las distracciones públicas, cuando sabemos que Dios nos concede todas las cosas para que usemos de ellas? En ninguna parte de las Escrituras se prohíben los juegos. Elías fue levantado al cielo en un carro; la Escritura nos hablaba de coros, de címbalos, de cornetas y de arpas, y nos dice que David bailaba delante del Arca. El apóstol Pablo, en sus exhortaciones a los cristianos empleaba términos usados en el circo y en las carreras”.

Otros acusándose en su falta de instrucción y de cultura, decían: “No podemos ser todos ni filósofos, ni ascetas. Somos ignorantes y, como no sabemos leer, no comprendemos las Santas Escrituras. ¿Se puede ser más exigente con nosotros?”

Tertuliano replica a los primeros:
“¡Cuán ingeniosa es la ignorancia humana, cuando está excitada por temor a que se le prohíban las diversiones del mundo! Es indudable que todo lo que existe procede de Dios. Lo que importa es conocer cuál ha sido el pensamiento de Dios al crearlo y qué uso se debe hacer, para que responda al deseo del Creador. Es indudable que existe mucha distancia entre la pureza original de la naturaleza humana y su corrupción; entre el que la ha creado y el que la ha pervertido… En algunas ocasiones, hasta puede asegurarse que se trata de cosas agradables, inocentes y, si se quiere, excelentes. Porque nadie mezcla el veneno con el jugo del eléboro, a pesar de que este alimento, perfectamente condimentado, aún siendo de gusto exquisito, no deja de ser menos peligroso”.

Tertuliano, De los espectáculos, cap. XVI al XXV.
El vestido de la mujer
Otro motivo de grandes tentaciones era la costumbre de adornar el cuerpo. Para que nos hagamos cargo de ellos, basta conocer cuántos tratados han llegado hasta nuestro tiempo, y que nos prueban que muchas señoras cristianas rivalizaban en lujo y elegancia con las señoras paganas. El lujo romano estaba en su apogeo por entonces y los ricos lo fomentaban hasta el exceso. Escribía así Tertuliano al principio de su tratado sobre el vestido de la mujer:

“…que si existiese en la tierra fe, en proporción a la recompensa que se espera en el cielo, desde el día en que conocisteis al Dios viviente, ninguna de vosotras, queridas hermanas, se procuraría trajes, ni muy llamativos, ni muy costosos”.

Y entrando en detalles, añade:
“El estuche más pequeño contiene un patrimonio. Al extremo de un hilo, pende un millón de sesterces. Alrededor de una linda garganta cuelgan adornos de tanto valor que, con lo que se invirtió en ellos, se podrían comprar varios bosques y algunas islas. Se gasta una fortuna solo en adornar las orejas, y los adornos de cada dedo de la mano izquierda de una mujer valen por un saco de plata (…) Veo mujeres que se tiñen el pelo con azafrán, como si se avergonzaran de no haber nacido en la Germania (Alemania) o en la Galia (Francia) (…) ¿Cuál de entre vosotros –dice Dios- podrá volver un cabello blanco en negro? Estas mujeres hacen mentir a Dios, puesto que en vez de volver el cabello blanco o negro, lo vuelven rubio y, según ellas, más gracioso”.

Les recuerda también que, cuando menos lo esperen, que puede caer sobre ellas la mano de hierro de la persecución, y pregunta:
“¿Cómo podrá la muñeca, acostumbrada al brazalete en forma de hoja de palmera (spatalis), soportar el hierro de las esposas? ¿Y cómo podrá el talón, tan brillantemente adornado, y después de pisar con tanta majestad, soportar, repito, la opresión del cepo? ¿Las esmeraldas y perlas que cubren el cuello podrán ser reemplazadas  por la cuchilla del verdugo? Se preparan ya los vestidos de los mártires, y los ángeles nos esperan para llevársenos. Disponer para ir a su encuentro, llevando los adornos de los profetas y de los apóstoles. Que vuestro más delicado tinte sea la sencillez; que la rosa de vuestras mejillas sea la modestia y que la gracia de vuestros labios sea el silencio. Haced que en vuestros oídos penetre la Palabra de Dios, llevando en vuestra garganta el yugo de Cristo. Adornaos con la seda de la integridad y con el lino fino de la santidad. Vestidas con tales ornamentos seréis amadas de Dios”. Tertuliano, El vestido de la mujer I, cap. I, IX; II, cap. VI.

Clemente de Alejandría dice sobre el mismo tema:
“Aquellas mujeres que embellecen constantemente su exterior, y cuyo interior está vacío, son parecidas a los templos egipcios. Cierto que tienen pórticos soberbios, salas y corredores adornados con columnas, paredes en donde brilla el oro, piedras preciosas, artísticas pinturas y altares cubiertos con telas bordadas. Si entráis en uno de ellos para conocer a los que están dentro, si deseáis ver al dios, cuando el sacerdote haya levantado la cortina, os encontraréis en presencia de un gato o de un cocodrilo”.

Donde las señoras romanas lucían particularmente su belleza y sus ricos vestidos era en los baños públicos. Estos establecimientos, de grandes proporciones, podían albergar a millares de personas de uno a otro sexo. Allí se veían mujeres que, para llamar la atención, traspasaban con exceso los límites de la modestia. Clemente hace una brillante descripción del lujo que ostentaban aquellos establecimientos. Levantábanse tiendas de telas finas, que se adornaban con dorados muebles y con vasos de oro y plata, que servían para la comida y para el baño.

(*) Tertuliano (160 D.C.– 220 D.C.) fue un líder de la Iglesia y un prolífico escritor durante la segunda parte del siglo segundo y primera parte del tercero. Nació, vivió y murió en Cartago en el actual Túnez. Él fue quien inmortalizó la famosa frase: “La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos”.

Clemente de Alejandría fue el primer miembro de la Iglesia de Alejandría en recibir notoriedad además de ser uno de los más destacados maestros de dicha ciudad. Nació a mediados del siglo II y se estima que murió entre los años 211 y 216.
(Tomado del libro “Historia de la Iglesia Primitiva” por E. Backhouse y C. Tyler)

¿Cómo aprendería a ser casto, presenciado las excitaciones del teatro? ¿Los gritos de los actores podrán recordarle las exhortaciones de los profetas? ¿Las canciones de un cantor afeminado podrán recordarle el canto de los salmos? ¡Quisiera Dios preservar a su pueblo de todo apasionamiento por tan perniciosos placeres! 

Que vuestro más delicado tinte sea la sencillez; que la rosa de vuestras mejillas sea la modestia y que la gracia de vuestros labios sea el silencio. Haced que en vuestros oídos penetre la Palabra de Dios, llevando en vuestra garganta el yugo de Cristo. Adornaos con la seda de la integridad y con el lino fino de la santidad.

¿Pudo Sansón destruir un templo entero?


Dos templos filisteos han sido descubiertos por arqueólogos. Uno en Tel Qasile, en el norte de Tel Aviv, y uno en Tel Migne, el antiguo Ekron, 33.6 Km. al sur de Tel Aviv. Ambos templos comparten un diseño único, el tejado estaba sostenido por dos pilares centrales.
¿Han descubierto los arqueólogos alguna información que se relacionara a este hecho?

Un gran cambio que hubo en la guerra de Israel contra los filisteos fue la muerte de Sansón. Él había sido tomado cautivo a través de la decepción de Dalila. Los filisteos sacaron sus ojos y lo llevaron a Gaza, una de sus principales ciudades. Allí, ellos lo pusieron a trabajar moliendo grano en una prisión. Nosotros sabemos por los hallazgos arqueológicos que este tipo de prisión era en realidad una “molienda”. Uno de los trabajos que más tiempo consumía en la antigüedad era el moler grano. En la clase media, este trabajo era tomado por las mujeres de la casa. La aristocracia burocrática, sin embargo, preparó casas de molienda para proveer de grano a la gente privilegiada de nivel alto. Este era un lugar donde esclavos y prisioneros eran puestos a trabajar. Las herramientas eran simplemente piedras utilizadas con la mano. Sansón pasó sus días sentado en la tierra moliendo grano con un moledor manual que era frotado de un lado en un mortero que ponía en su falda.

Un día los líderes filisteos sostuvieron una ceremonia religiosa para celebrar su victoria sobre su enemigo. Ellos trajeron a Sansón al templo donde estaban congregados, para que él pudiera entretenerlos. Una vez dentro del templo, Sansón le preguntó al sirviente, quien estaba guiándolo, que le muestre dónde estaban los pilares, para que se pudiese apoyar en ellos. “Asió luego Sansón las dos columnas de en medio, sobre las que descansaba la casa, y echó todo su peso sobre ellas, su mano derecha sobre una y su mano izquierda sobre la otra. Y dijo Sansón: Muera yo con los filisteos. Entonces se inclinó con toda su fuerza, y cayó la casa sobre los principales, y sobre todo el pueblo que estaba en ella. Y los que mató al morir fueron muchos más que los que había matado durante su vida” (Jueces 16: 29-30).

En un súbito momento, Sansón eliminó a todos los líderes filisteos. Este fue un gran retroceso en el conflicto con Israel. Fue un gran cambio. Desde este tiempo hacia adelante, los israelitas empezaron a ganar. Pero ¿habrá pasado realmente? ¿Podría un solo hombre destrozar un templo entero utilizando sólo sus manos? La arqueología nos ha proporcionado algunas respuestas asombrosas.

Dos templos filisteos han sido descubiertos por arqueólogos. Uno en Tel Qasile, en el norte de Tel Aviv, y uno en Tel Migne, el antiguo Ekron, 33.6 Km. al sur de Tel Aviv. Ambos templos comparten un diseño único, el tejado estaba sostenido por dos pilares centrales. Los pilares fueron hechos de madera y se apoyaban en bases de piedra. Si los pilares estaban aproximadamente 1.80 m. aparte, un hombre fuerte podría dislocarlos de su piedra base y así de esta forma dejar caer el tejado entero al suelo. Los hallazgos arqueológicos concuerdan perfectamente con la historia bíblica y atestan a la plausibilidad del hecho.

Aunque Sansón tenía sus debilidades, él era un hombre de Dios y es mencionado en el Nuevo Testamento como uno de aquellos “que por fe conquistaron reinos,... sacaron fuerzas de debilidad” (Hebreos 11: 32-34).

Fuimos hechos del polvo de la tierra



En realidad ¡fuimos formados de la tierra! Lo que dice la ciencia más moderna sobre los elementos que componen el cuerpo de los seres humanos.
En Génesis 2:7 leemos que Dios creó al hombre a partir del barro de la tierra: "Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”.
 
¿QUÉ HAY DE CIERTO EN QUE FUIMOS HECHOS DEL POLVO?
Por descabellada que pueda parecerle esta declaración, no se apresure a juzgarla sin antes darnos la oportunidad de que le expongamos lo que dice la ciencia más moderna sobre los elementos que componen el cuerpo de los seres humanos:

Los elementos que forman parte de los seres vivos reciben el nombre de bioelementos o elementos biogenésicos. Si analizamos la composición de los seres vivos se pueden apreciar a lo menos unos 70 bioelementos de los cuales unos 20 son imprescindibles para la vida. Los bioelementos se clasifican en: Bioelementos primarios: Son aquellos que se encuentran en proporción igual o superior al 1% del peso total del cuerpo. Pertenecen a este tipo: el Carbono (C), el Oxígeno (O), el Hidrógeno (H), el Nitrógeno (N), el Calcio (Ca) y el Fósforo (P).

Bioelementos secundarios: Son aquellos cuya concentración en las células es entre 0.05 y 1 %, también reciben el nombre de microelementos. Entre ellos se encuentran: el Sodio (Na), el Potasio (K), el Cloro (Cl), el Magnesio (Mg), y el Azufre (S).

Oligoelementos: Son aquellos que se encuentran representados por átomos cuya concentración celular es menor que 0,05 %. Entre ellos se encuentran: el Fierro (Fe), el Cobre (Cu), el Manganeso (Mn), el Flúor (F), el Zinc (Zn), el Molibdeno (Mb), el Boro (Bo), el Silicio (Si), el Cobalto (Co) el Yodo (I) y el Selenio (Se). Estos elementos son llamados también elementos trazas por la baja concentración en que se encuentran.

Todos estos elementos se encuentran o forman parte de la tierra en que vivimos y por lo tanto la frase bíblica, en su simplicidad, es científica y literalmente correcta: ¡Fuimos formados de la tierra!"

“Toda carne perecerá juntamente, y el hombre volverá al polvo", Job 34:15

La naranja y el ateo



Un profesor ateo dictaba una conferencia ante un gran auditorio sobre la existencia de Dios, y después de haber finalizado su discurso, invitó a cualquiera que tuviese preguntas a que subiera a la plataforma.
Después de unos momentos un hombre que había sido bien conocido en la localidad por su afición a las bebidas embriagantes, pero que había sido salvo recientemente, aceptó la invitación, y sacando una naranja del bolsillo comenzó a pelarla lentamente.

El conferencista le pidió que hiciera la pregunta; pero el hombre continuó imperturbable pelando la naranja, al término de lo cual, se la comió. Cuando terminó de comérsela se volvió al conferencista y le preguntó:

- ¿Estaba dulce o agria?

- No me pregunte tonterías - respondió el orador con señales evidentes de enojo - ¿Cómo puedo saber el gusto si no la he probado?

El hombre convertido respondió entonces:

-Y ¿Cómo puede usted saber algo de Cristo si nunca lo ha probado?

“Dice el necio en su corazón: No hay Dios. Se han corrompido, e hicieron abominable maldad; no hay quien haga bien”, Salmo 53:1.

El ladrón convertido



Moody cuenta el caso de un ladrón llamado Burke, quien leyó en la cárcel un sermón en el diario de la ciudad, cuyo título era: “El carcelero atrapado”. El título le sugestionó pensando que sería una interesante historia carcelera.
Era, naturalmente, la del capítulo 16 del libro de los Hechos. La pregunta del desesperado guardián de presos le interesó y también la respuesta del apóstol. El mensaje de la salvación llegó a su alma y fue convertido.
Años más tarde Moody visitó a esta “nueva criatura en Cristo”, viéndole rodeado de joyas y valores, pues era nada menos que el guardián de la caja fuerte de un banco.